El espacio en mí

Este semestre (marzo- julio 2021) el laboratorio se planteó la posibilidad de salir del espacio de encierro en el que hemos laborado durante este último año, para empezar a reconquistar el exterior como superficie de inscripción de la danza que hemos ido construyendo, confinados a nuestras casas y a los límites de la cámara. 

Salir, aún separados y protegidos, para intentar encontrar una nueva narrativa, una nueva poiesis del movimiento.  Más que certezas, han surgido preguntas y dudas, evidentemente. 

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Nos propusimos trabajar sobre algunas ideas, conceptos e imágenes que nos servirán para articular y resignificar los materiales, desde la perspectiva del mapa, la hoja de ruta o la cartografía.

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En este tiempo de encierro, de reducción de las libertades de movimiento, traslado y conexión social, hemos debido desarrollar estrategias varias para mantenernos activos y no claudicar en nuestras capacidades de relacionamiento y, sobre todo, de creación. 

¿Qué lugares del exterior me invitan a moverme, a querer colocar estratégicamente mi danza en ellos?
¿Por qué?

¿Cuánto de nuestro espacio personal, de nuestra piel expandida, de nuestra casa, viaja con nosotros al salir al exterior?

¿Cuánto de nosotros se queda en ese espacio, esperando por nuestra vuelta?

¿Cómo percibo el espacio exterior, con respecto a mi cuerpo, y a la capacidad de mi cuerpo de moverse?

¿Me invita al movimiento el espacio exterior?

¿Cuánto de nuestra intimidad llevamos con nosotros al exterior?

¿Cuánto de nuestro movimiento, de nuestra capacidad cinética, de nuestra danza particular podemos llevar al exterior?

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Pensar en todas estas preguntas nos hará emprender una nueva etapa de conciencia y de conocimiento de nuestro cuerpo, su movilidad física y su capacidad expresiva.

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